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La Gaviota

Fauna PolĂ­tica
La Gaviota, el Presidente y la cabeza sangrante
Una telenovela de la vida real
Por Rodolfo Herrera Charolet

Los escándalos en los que se ha visto inmiscuida la esposa del presidente mexicano Enrique Peña Nieto, la popular actriz de telenovelas AngĂ©lica Rivera Hurtado mejor conocida como “La Gaviota”, ha roto con los moldes dispuestos para las primeras damas de MĂ©xico. Puesto que no sĂłlo se limita a cumplir sus funciones protocolarias, sino que su rostro ilumina las portadas de la prensa rosa, en donde se habla de su costoso vestuario, de sus viajes, de sus compras en los lugares más exclusivos en el extranjero, entre otros excesos que inundan las redes sociales


Posiblemente para personas como ella, entre los que se cuentan políticos de medio pelo, no representa problema alguno el que den cuenta de sus estrafalarios y costosos entremeses, ya sea por motivos de bodas, bautizos o simples festejos cumpleañeros, en donde lo que sobra es dinero para ser despilfarrado. Mientras que el pueblo mexicano sumido en una profunda crisis en donde el pan diario sobre la mesa, la atención médica o las deudas, son los problemas que más los agobia, ya sea al grado del suicidio o del robo. La delincuencia se dispara y la inseguridad pública es cotidiana, sumada a ésta la corrupción imperante en los negocios públicos.

Esta realidad, entre la ficción, la irresponsabilidad y el olvido, me llevan a recordar las causas que llevaron al pueblo francés hace 260 años a degollar a la reina María Antonieta, en donde fue tal la saña que dos siglos después el gobierno de ese país le pidió perdón in memoriam.

DĂ­as antes de su muerte, despuĂ©s de que a su marido le desprendieran la cabeza del cuerpo y sus  hijos arrancados de su lado, se golpeĂł la cabeza con una viga del techo haciĂ©ndose una herida. Ante la pregunta de uno de los guardias: "¿Os habĂ©is hecho daño?", ella contestĂł: "No, ahora ya no hay nada que pueda hacĂ©rmelo". Casada con un monarca torpe, inteligencia bastante mediana y un carácter pusilánime, no tardĂł en llamar la atenciĂłn en el campo de la coqueterĂ­a, los trajes, los peinados, los bailes y los juegos, que eran su mundo. Los despilfarros de la corte eran exagerados.
Al principio del reinado se habĂ­a intentado resarcir la economĂ­a, pero los programas, como los “pactos”, no habĂ­an tenido efecto práctico alguno. HabĂ­a infinidad de cargos palaciegos, los sueldos reglamentarios, las pensiones y los donativos, los subsidios y los sobresueldos ocasionaban grandes dispendios. La reina, que no contaba con el favor de los franceses por ser extranjera, hizo aumentar su impopularidad por su lealtad a los intereses austriacos, la mala reputaciĂłn de algunas de sus amistades y su extravagancia, a la que se achacaron los problemas financieros del gobierno. Sin embargo a pesar de la crisis francesa la reina no abandonĂł su vida de diversiones. Las reuniones del TrianĂłn continuaron. Los despilfarros siguieron igualmente y en mayor cantidad. 
Una verdadera campaña de desprestigio se montó contra ella desde su acceso al trono. Circularon los panfletos, se la acusó de tener amantes e incluso de mantener relaciones homosexuales.
La Reina tras tomar conciencia por su impopularidad, tratĂł de reducir sus gastos, especialmente los de su mansiĂłn, lo que provocĂł nuevas crĂ­ticas y un gran escándalo en la corte cuando sus favoritos se vieron privados de sus cargos. 
En 1792 Las TullerĂ­as fueron asaltadas, el rey se refugiĂł en la ConvenciĂłn, que votĂł su suspensiĂłn provisional, y ambos fueron internados en el convento de los Feuillants. Al dĂ­a siguiente, la familia real fue transferida a la prisiĂłn del Temple. AllĂ­ morirĂ­a, casi dos años más tarde, su segundo hijo varĂłn a los diez años de edad, conocido como Luis XVII, aunque por supuesto nunca reinĂł. Durante las matanzas de septiembre, la princesa de Lamballe, vĂ­ctima simbĂłlica, es salvajemente asesinada y su cabeza fue exhibida en la punta de una pica, paseándola por delante de las ventanas tras las que se halla MarĂ­a Antonieta. El 26 de diciembre la ConvenciĂłn vota a favor de la muerte de Luis XVI, ejecutado el 21 de enero de 1793 y el 14 de agosto de ese año, MarĂ­a Antonieta fue puesta a disposiciĂłn judicial ante el Tribunal revolucionario, en donde el acusador pĂşblico pidiĂł la pena de muerte por ser: "enemiga declarada de la naciĂłn francesa”. Al mediodĂ­a del dĂ­a siguiente MarĂ­a Antonieta fue guillotinada. Fue enterrada con la cabeza entre las piernas.
La leyenda, cuenta que cuando la Reina fue degollada, el verdugo, ufano de su obra, agarrĂł la cabeza sangrante por lo que quedaba del cabello y, alzándola en alto, la enseñó al gentĂ­o y para más vejaciĂłn, le dio un bofetĂłn al rostro que se ruborizĂł y sus labios dejaron escapar un quejido. 
Lo cierto es que, cuando la guillotina cortó el cuello de la reina la fiesta se adueñó de las calles.
¿QuĂ© piensa La Paloma?
Su vida de telenovela mexicana no tendrá un final feliz, el pueblo entero rememora el episodio del escándalo de la “Casa Blanca de Las Lomas” en donde rompiĂł el silencio para defenderse escuetamente, como en su momento el presidente JosĂ© LĂłpez Portillo defendiĂł el “peso como un perro”. Las acusaciones por un posible conflicto de interĂ©s en la compra de una costosa residencia a una empresa que logrĂł millonarios contratos en los gobiernos de su marido. La esposa de Peña Nieto afirmĂł que habĂ­a adquirido la casa, de más de cincuenta millones de pesos, con los ahorros de 25 años de trabajo en Televisa. La empresa televisora desmintiĂł el desmedido salario.
Pero lejos de retomar un camino sensato, La Gaviota siguió en su afán de escándalos, su exclusivo y costoso vestuario levantó más de una crítica en un país donde la mitad de la población vive en la pobreza.
Para fortuna de La Paloma y no de María Antonieta, en México no se vive una revolución violenta ni hay guillotina de por medio. Pero el ánimo y desprecio del pueblo hacia la esposa del gobernante es el mismo.
¿O no lo cree usted?



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